jueves, 4 de marzo de 2010

CARTA SUPERIORA GENERAL -- ROMA

Roma, 9 de febrero de 2010


A TODOS LOS COLABORADORES
CON EL PROYECTO DE HAITÍ


Muy queridos todos:
Puntualmente y, con toda fidelidad, Sor Aurora Calvo, Administradora general de la Congregación, me va pasando la lista actualizada de todas las personas que ingresan sus donativos en las cuentas de la Congregación para la construcción del centro que servirá de hogar para tantos niños de Haití que, con el terremoto, se quedaron en la calle, sin padre y sin madre. Muchísimas gracias a todos los colaboradores. Dios, rico en bondad y misericordia, no se deja ganar en generosidad y tengo la certeza que se derramará en mercedes y en bendición sobre todos aquellos que, habiendo escuchado el grito de los pobres, han corrido con presteza a socorrerlos.
Los que no hemos estado allí no podemos hacernos cargo de la magnitud de la tragedia, como me decía hoy una religiosa de nuestra Congregación que ha estado en la zona. El alma se nos queda helada, se nos queda helada la vida cuando sentimos que encada recodo del camino lo único que se ve es muerte, destrucción, hambre y miseria. La hermana decía que la catástrofe ha sido colosal, pero que las consecuencias son realmente abrumadoras. Por eso, todo lo que hagamos por socorrer a las gentes de este pueblo, tan querido para nosotras y para todos, será poco para lo que realmente necesitan. Nuestra caridad, que es más que la solidaridad, nos tiene que conducir a no olvidarnos nunca de los que no tienen nada, y a quienesw la falta de comida y de agua les hace caer en un estado de deseswperación colectiva. Nunca podremos enterder del todo a quien nada tiene si a nosotros no nos ha faltado alguna vez lo necesario. Pero sí que podemos ser cada vez más sensibles ante la gran pobreza que asola esta población y otras poblaciones del mundo.7
Somos todos hijos e hijas de un mismo Padre. A todos, Dios nos ama. ¿Por qué, nos seguimos preguntado, algunos seres humanos tienen tanta suerte y otros tan poca? Vista la situación de los pobres de tejas para abajo, no tiene sentido. Vista desde la fe, tendremos que poder enterder la primera bienaventuranza, siempre, claro, que nosotros seamos solidarios con el dolor la angustia de los que nada tienen: Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de los cielos (Mt 5,1). Alabemos a Dios que, como Padre/madre, tiene entrañas de amor para los que más sufren; y seamos nosotros hermanos con entrañas de amor para todos, con entrañas solidarias, gratuitas, entregadas. No os arrepintáis nunca de ayudar a los pobres. Dios tiene escrito vuestros nombres en la palma de su mano, en su mismo cielo y en el gozo que marcará el camino de la felicidad en vuestra propia existencia.
Y gracias por confiar en nosotras, os aseguro que la ayuda llegará intacta para lo que ha sido recolectada. Os doy mi palabra de mujer creyente y discípula.
Un fuerte y muy cariñoso abrazo, abrazo agradecido lleno de plegarias para todos.

Fdo. Superiora General
Roma

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