lunes, 25 de noviembre de 2013

CLAUSURA AÑO DE LA FE

 D
onde, realmente, encontramos un acto de fe es en el Sí de María. Estamos acostumbrados a leer este pasaje del Evangelio y a recitarlo en la oración del Ángelus, pero, ¿nos damos cuenta del profundo significado de este SÍ?.
Si nos trasladásemos a Nazaret, 2013 años atrás, nos daríamos cuenta de las graves consecuencias, que para María, tenía el aceptar la voluntad de Dios. Todos conocemos, que en aquellos lugares y tiempo, aquella mujer que mantenía relaciones fuera del matrimonio era acusada de adúltera, y por lo tanto era castigada a la pena de muerte y lapidada. María había sido desposada con José, pero aún no convivían, por lo tanto era inevitable, estaba sentenciada. Es como si nosotros, sabiendo que algo está prohibido, lo hiciéramos teniendo la certeza que se va a saber y nos van a juzgar y condenar. ¡ES UNA TEMERIDAD!. Pues a esa temeridad se arriesgó María.
Cuando escribo este pequeño artículo, están en mi mente tantas personas, misioneros que arriesgan su vida por ser la voz de los sin voz, jóvenes que ponen su vida en entredicho y son diana de insultos, rechazos, ... por ser fieles a Dios, madres, que aún poniendo en riesgo su vida, dicen sí a ese nuevo ser que se gesta en ellas, miembros de seguridad, políticos, que son rechazados por no tomar parte de la corrupción .... Todos ellos son los que mirando a los ojos a Dios saben, que aunque vayan contracorriente, Él no los dejará. Esto es lo que mueve a María a decir Sí, esto es lo que nos mueve a los hombres decir sí, esto no es otra cosa que la FE.
Hágase en mí tu voluntad, eso es fe, es la temeridad del cristiano, dejarse en las manos de Dios, saber que lo que Dios nos dice es la verdad, y fiarme , con los ojos cerrados de mi Padre, "si Tú estás conmigo quién contra mí". Fe son las palabras de Jesús en Getsemaní: "si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya". Fe es abandonarte en las manos de Dios y dejar que Él haga su obra en tu vida.
Cuando entregas la vida en las manos de tu Padre, y dejas que Él se encargue de todo, nada importa, pues su amor te desborda y ya nada puede separarte de Él. Dice San Pablo: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero.  Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro". Rm 8, 35-39
Al término del año de la fe, pidamos a Dios la fortaleza de seguir manteniéndonos firmes en el camino que hemos comenzado, y que no sea el fin de este año, sino el comienzo de un caminar de fe.
HÁGASE EN NOSOTROS SEGÚN TU PALABRA.



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